Recados

Sobre las eutopías

La primera vez que me topé con el concepto de eutopía fue a través del libro de Santiago Beruete Jardinosofía, una historia filosófica de los jardines, que encontré hace algunos años al curiosear en la Biblioteca Regional Gabriela Mistral. El libro se desarrolla a partir de la tesis de que los jardines no son solamente una construcción estética, sino que reflejan los valores éticos y políticos de los tiempos, sociedades y grupos que los construyen. Así, el autor argumenta que el jardín constituye un espacio eutópico en tanto es un espacio real que obtiene su narrativa desde la utopía o, en otras palabras, el jardín es un intento por concretar la utopía.

He de admitir que la idea de eutopía había quedado guardada en la gaveta hasta hace bastante poco, cuando algunos toots, en el contexto del movimiento solarpunk, la trajeron de nuevo hasta mí. La idea es, básicamente, que el solarpunk no se articula alrededor de utopías, sino que alrededor de eutopías, de los mejores mundos posibles que sin duda requerirán de esfuerzo y trabajo para construir, pero que pueden ser perfectamente alcanzables, incluso en nuestro futuro próximo.

En este sentido, adoptar las eutopías como horizonte resulta alentador, en tanto, al igual que los jardines según lo planteado por Beruete, nos permitirían gozar de algo real, de algo presente, y no de un horizonte que se aleja cada vez más cuando nos acercamos, como lo hacen las utopías. Sin embargo, la idea de “el mejor lugar posible” esconde una trampa, sutil, sobre la que conviene estar alertas, y es que virtualmente todos los mundos posibles en la actualidad (incluidos los mejores), se encuentran determinados por lo que Mark Fisher denomina realismo capitalista, es decir, la sensación colectiva, generalizada, inconsciente y casi invisible, de que el capitalismo tal vez no sea el mejor sistema que se podría pensar, pero sí sería el mejor de todos aquellos que fueron viables alguna vez, y el único sistema posible actualmente.

El riesgo resulta, entonces, evidente. Considerado desde el realismo capitalista, el mundo actual es, efectivamente, una eutopía: el mejor de todos los mundos posibles. Basta pensar en todas aquellas personas que, por redes sociales, se han dedicado a defender al capitalismo neoliberal bajo la idea de que la pobreza en el mundo sería mayor si tuviéramos otros sistemas, o bien de que se trata de un error honesto del capitalismo que éste mismo ha buscado la manera de subsanar a lo largo de las décadas. No obstante, para quienes hemos decidido no solo adoptar una postura anticapitalista, sino que también buscar las alternativas que el día de hoy se nos presentan como invisibles o fantasiosas (utópicas), sabemos que este mundo no es el que imaginamos cuando pensamos en una eutopía, y menos aún en una eutopía solarpunk.

Además, sabemos que el capitalismo es eficiente en coaptar discursos y luchas, y que incluso el cambio climático ha sido convertido en publicidad (el famoso greenwashing), de tal manera que no implique un riesgo real para el sistema. En esta línea, Erik Swyngedouw plantea que discursos como el de la sostenibilidad, al menos en la vertiente sobre la que trabajan la mayoría de las empresas y gobiernos, se sustentan en la idea de que la crisis medioambiental es una mera patología del sistema capitalista y no una característica inherente, lo que haría posible solucionarla sin abandonarlo. Así, toda posible transformación que se realice en nombre de la sustentabilidad sería, en palabras de Swyngedouw, revolución sin cambio revolucionario: cambiar radicalmente la industria y la producción sólo para que la civilización continúe tal y como está, incluyendo sus lógicas mercantiles subyacentes, y que fueron las que en primer lugar causaron esta crisis.

Resulta obvio, entonces, que esta no es nuestra eutopía. Hemos de rechazar la sustentabilidad de mercado, escapar del realismo capitalista e imaginar nuestros propias alternativas. Si aceptamos, como plantea Beruete, que la eutopía nace y se nutre de las utopías, no debemos entonces dejar de soñar con ellas, pero tampoco deberíamos quedarnos en la quimera: la utopía ha de ser nuestro plano y la eutopía el jardín, imperfecto, incompleto, pero, al fin y al cabo, real y tangible, sobre el que podamos caminar y vivir. Así, la esencia de la eutopía solarpunk queda destilada, a mi juicio, en este colofón de Swyngedow: las ecologías igualitarias se refieren a la demanda de lo imposible y la realización de lo improbable.

Estas son algunas de las iniciativas, proyectos y medios que, a mi juicio, hoy imaginan y construyen la eutopía:

Lista de lecturas solarpunk

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